En esta oportunidad le queremos compartir la historia de porqué nuestro Centro de Día se llama "La Rosa Azul". La encontramos en una publicación de febrero de 1985, y es esta:
Jenny es una niña,
una chiquilla encantadora
de ojos castaños y de cabellos
también color castaño oscuro.
Si los cabellos
se le vienen sobre los ojos, los aparta a un lado,
pero no se lleva la mano
directamente a la frente
como cualquiera otra niña.
En vez de ello,
la hace revolotear
como una flor
al abrir sus pétalos.
y luego aparta
los cabellos
que le cubren los ojos.
Y es que, ¿saben? Jenny es diferente.
¿Diferente?
Si, diferente de la mayoría de las niñas.
Porque sin duda no todos hemos de ser iguales,
de pensar igual, o de obrar de igual modo, ni tener igual
aspecto.
A mis ojos,
Jenny es como una rosa azul.
¿Cómo una rosa azul?
¿Han visto alguna vez
una rosa azul?
Hay, claro, rosas blancas
y rosas color rosa;
hay rosas amarillas y,
por supuesto, a montones,
rosas rojas.
Pero, ¿azules?
Todo buen jardinero
quisiera cultivar
una rosa azul.
Sólo por verla,
muchedumbres enteras
vendrían de muy lejos.
Sería una rosa singular,
diferente y bellísima.
También Jenny es diferente.
Por eso, a su modo,
semeja una rosa azul.
Cuando Jenny vino
del hospital a casa
era una muñequita
de color de rosa,
tierna y redondeada,
que lloraba más
que otros niños.
¿Por qué?
Porque tal vez
veía otras sombras
que la amedrentaban.
Percibía quizá sonidos
que eran extraños para ella.
Ya un poco mayorcita,
Jenny estaba siempre al lado
de su madre y se abrazaba
a ella con fuerza.
Les dire: cuando un gatito pierde la cola,
se le afina el oído según cuentan, es verdad que la cola
ayuda
al gato a correr más de prisa, pero un gato sin cola oye
mejor
y percibe las pisadas más pronto que otros gatos.
Cierta gente ignora que tal gato tiene un oído finísimo:
sólo sabe que le falta la cola.
No faltan niños crueles que al mirarlo hacen mofa:
“¡Ese gato no tiene cola! ¡Ese gato es rabón!”
Jenny corría a veces
en busca de su madre
y la abrazaba con fuerza
sin más ni más.
Al menos,
sin razón aparente.
Y así
acabamos comprendiendo
que Jenny vivía
en un mundo
un poco diferente,
en cierta forma
para nosotros desconocido.
Empezamos a creer
que habitaba un mundo
en el cual quizá nosotros
no nos sintiéramos como en el propio.
Tal vez,
el ir a él equivaliera
de algún modo
a emprender un viaje
a otro planeta.
Podría decirse
que Jenny se halla
detrás de un biombo,
un biombo invisible
para nosotros.
Tal vez esté pintado
de hermosos colores.
Es posible
que estos colores
la distraigan
y que a veces le impidan
prestarnos atención
cuando le hablamos.
O quizá sea que escucha
una música que
no alcanzamos a oír.
Se asegura que los peces
usan un lenguaje y una música
que sólo ellos perciben y
que las olas traen.
Una música que no podemos oír porque
el oído humano no es bastante sutil.
Así pues, Jenny quizá perciba sonidos,
no oídos por nosotros.
Tal vez por eso suele dar un salto
y entregarse a su danza desgarbada.
En ocasiones me figuro que Jenny es como un pájaro,
un pajarillo de alas muy pequeñas,
Para un ave así, el volar es difícil:
le exige más fuerza, mayor trabajo, más tiempo.
Para el ave de alas normales, volar es natural,
mas el pájaro alicorto ha de esforzarse más para
aprender.
En cierto modo, tiene que ser más listo.
Y por tanto, debemos comprender cuánto
ha logrado Jenny luego que aprende algo.
Mas existe otra Jenny.
Esa Jenny que, cuando
sopla e viento, alguna tarde
del tormentoso invierno,
se está en su mecedora, a solas,
meciéndose, meciédose, arrullando
a su muñeca en brazos.
Se siente conturbada
y perpleja, y murmura despacio:
“Mamita
Sally dice que soy retrasada.
¿Qué quiere decir con eso, mamita?
¿Retrasada?
Retrasada, repiten los niños,
y se ríen”.
¿Por qué ríen mamita?
Muchas cosas hay
que Jenny no puede comprender.
Y hay muchas cosas también
que otras personas no entienden
al tratarse de Jenny:
que Jenny es
como un gatito sin cola;
que es otra la música
que llega a sus oídos;
que Jenny es
como un pajarillo alicorto
y que por ello requiere protección.
Jenny es como una rosa azul,
delicada y exquisita.
Y siendo tan pocas
las rosas de color azul,
sabemos muy poco de ellas
Sólo sabemos
que hay que cuidarlas con mayor celo.
Y amarlas más aún.
Autor de la ilustración y el verso: Desconocido